La pérdida de diversidad genética en la agricultura (erosión genética) es una de las amenazas más subestimadas pero críticas para la seguridad alimentaria global. Al depender de un puñado de variedades genéticamente uniformes, hemos construido un sistema alimentario altamente eficiente en tiempos de calma, pero extremadamente frágil ante shocks biológicos o climáticos.
Hoy, el 60% de la ingesta calórica mundial proviene de solo cinco cultivos: arroz, trigo, maíz, soja y papa. Esta “simplificación” del menú global no es solo un problema culinario, sino un riesgo sistémico operativo.
1. La Trampa del Monocultivo: Eficiencia vs. Resiliencia
La agricultura moderna priorizó el rendimiento (toneladas por hectárea) sobre la diversidad. Esto creó vastos “desiertos verdes” de plantas idénticas.
- El mecanismo del riesgo: En un ecosistema diverso, las plagas encuentran barreras naturales. En un monocultivo genéticamente uniforme, si una plaga o enfermedad puede vencer el sistema inmune de una planta, puede vencerlas a todas instantáneamente. No hay “cortafuegos” genéticos.
2. Amenazas Actuales: El Caso del Plátano y el Trigo
El riesgo no es teórico; está ocurriendo ahora mismo con cultivos básicos.
- El Apocalipsis del Banano (TR4): El 99% de los plátanos exportados en el mundo son de una sola variedad: Cavendish. Es un clon estéril (sin semillas), lo que significa que cada planta es genéticamente idéntica a la otra.
- El Riesgo: Una cepa del hongo Fusarium llamada Raza Tropical 4 (TR4) está diezmando plantaciones en Asia y ya ha llegado a América Latina. Como el Cavendish no tiene resistencia genética, la industria enfrenta una extinción comercial similar a la que ocurrió en los años 50 con la variedad Gros Michel.
- La Roya del Trigo (Ug99): Una cepa virulenta de roya del tallo surgida en África (Ug99) es capaz de infectar al 80-90% de las variedades comerciales de trigo del mundo. Si esta cepa se disemina globalmente sin que hayamos introducido genes de resistencia de variedades antiguas, podría causar hambrunas masivas en regiones dependientes del pan.
3. Lecciones de la Historia: La Gran Hambruna Irlandesa
La historia ya nos enseñó qué pasa cuando apostamos todo a una sola carta genética.
- El Error del “Lumper”: En 1845, Irlanda dependía casi exclusivamente de una única variedad de papa, la Lumper, por su alto rendimiento. Cuando llegó el tizón tardío (Phytophthora infestans), la Lumper resultó ser altamente susceptible.
- El Resultado: En solo unos años, la cosecha se pudrió por completo, causando la muerte de un millón de personas y la emigración de otro millón. La falta de variedades alternativas impidió una recuperación rápida.
4. El Costo Oculto: Nutrición y Clima
La pérdida de variedades no solo amenaza el volumen de comida, sino su calidad y viabilidad futura.
- Dilución de Nutrientes: Al seleccionar semillas solo por tamaño y rapidez de crecimiento, hemos perdido densidad nutricional. Estudios muestran caídas significativas en los niveles de proteínas, calcio, hierro y vitamina C en frutas y verduras modernas comparadas con sus contrapartes de hace 50 años. Estamos comiendo más, pero nutriéndonos menos.
- Adaptación Climática: Las variedades “criollas” o nativas (landraces) a menudo tienen genes inactivos que les permiten resistir sequías, suelos salinos o inundaciones. Al perder estas variedades, perdemos la “biblioteca genética” que necesitaríamos para adaptar nuestros cultivos al cambio climático.
La diversidad de cultivos no es una nostalgia romántica, sino una estrategia pragmática de gestión de riesgos. Para asegurar la alimentación del futuro, la agricultura debe reintroducir la variabilidad genética (agrobiodiversidad) como un activo productivo, utilizando parientes silvestres y variedades antiguas para “blindar” genéticamente a los super-cultivos modernos.